México como Estado independiente

Para conocer el origen de las leyes, que todos debemos cumplir, necesitamos saber cómo se han creado a lo largo de la historia. Para ello, vamos a recorrer un poco de la historia de nuestro país.
En 1810, España era usurpadora de nuestro territorio. Obviamente, las leyes que regían a la sociedad beneficiaban a los españoles. Pero ese histórico año, Miguel Hidalgo y Costilla formó un ejército popular que se levantó en armas con el deseo de hacer de México un país con leyes propias que beneficiaran a las mexicanas y a los mexicanos.
En 1813, varios años antes de que los españoles fueran derrotados, el jefe principal de nuestras tropas, don José María Morelos y Pavón, reunió a un grupo de personas para discutir las leyes que nos regirían cuando se ganara la guerra. La principal conclusión fue que, por la ley y el derecho, México sería un país independiente, gobernado por el pueblo, sin esclavos ni diferencias raciales, donde todos podríamos ser dueños de terrenos, casas o cualquier tipo de propiedad, y donde todos fuéramos iguales ante la ley.
Morelos y su ejército fueron derrotados, por lo tanto, sus leyes jamás llegaron a aplicarse tal como estaban escritas. Sin embargo, lo que en ellas se proponía inspiró más adelante a muchos hombres y mujeres. Es decir, existen ciertas leyes que nunca se aplican, pero como creemos que son justas, su propósito sigue presente durante mucho tiempo.
Posteriormente, España fue derrotada y las mexicanas y mexicanos decidieron poner en el gobierno a un emperador: Agustín de Iturbide.
A continuación, daremos un vistazo a cómo sucedieron las cosas:
En 1822 se reunieron en la Ciudad de México un centenar de diputados elegidos de manera indirecta (esto quiere decir que solo eran representantes de las corporaciones y juntas de notables del país) e iniciaron largas e inútiles discusiones entre los que defendían un proyecto republicano; los que querían un monarca español; y los que apoyaban a Agustín de Iturbide como Emperador de México. Finalmente, Iturbide logró que lo eligieran emperador.
Iturbide incluyó la idea de crear un Senado que participara en la elaboración de las leyes. Sus características serían las de representar fundamentalmente a las clases más altas y a las provincias que integraban el territorio nacional. Se trataba de un Senado compuesto por nobles, arzobispos, poseedores de títulos, etcétera, es decir, concebía al Senado como una especie de Cámara Alta, así llamado hasta nuestros días, el cual estaba integrado por representantes de los grupos más privilegiados social y económicamente. Sin embargo, dicha idea de Senado no se llevó a cabo, a pesar de que fue aprobado que el Imperio fuera constitucional y hereditario, Iturbide decidió disolver el Congreso, debido a los múltiples problemas que le ocasionaba.
Antonio López de Santa Anna se rebeló contra el Imperio, exigiendo la inmediata reinstalación del Congreso, el Emperador Iturbide tuvo que abdicar el 20 de marzo de 1823. Su imperio duró escasos diez meses.
El Congreso comenzó a funcionar de nuevo. Los diputados, que en aquel entonces solo representaban a ciertos grupos de la sociedad, se reunieron para debatir sus diferentes puntos de vista y, tras muchas discusiones, se determinó que México no sería un imperio, que aspiraba a ser primero una República y, posteriormente, una federación de Estados.
Era el momento de decidir y de crear una ley, una ley tan importante que todos estuvieran obligados a respetar. Así, en 1824 se diseñó y elaboró la primera Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos.
¿Cómo organizar al nuevo Estado?

¿Qué tan difícil crees que es organizar un nuevo Estado?
Por supuesto fue muy difícil, porque todas las personas pensamos diferente y creemos tener la razón. De esta manera, los diputados se reunieron para elaborar la Constitución, denominándose esa concentración de diputados: Congreso Constituyente de 1824, en el que se destacaron dos visiones diferentes de Estado:
a) La de los llamados centralistas, quienes pensaban que las cosas se deberían de mantener más o menos igual que como estaban hasta ese momento, es decir, un gobierno central (ubicado en la Capital) que gobernara al país entero y tomara todas las decisiones.b) Y la de los federalistas, quienes sostenían lo contrario. Ellos proponían que el país se dividiera en varios estados que fueran libres de organizarse, cada uno a su manera, siempre y cuando respetaran los acuerdos tomados con los demás estados.
La discusión la ganaron los federalistas. Así, la Constitución de 1824 dispuso reconocer a las provincias como estados libres e independientes (esto se llama federalismo); es decir, se adoptó como forma de Estado y de Gobierno la República federal representativa.
Asimismo, la Constitución de 1824 estableció el principio de la división de poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial; se declaró como única religión oficial la católica y se instituyó el voto indirecto (cuando no se elige entre candidatos, sino a una persona que representará a sus electores, convirtiéndose este en un elector que, en reunión con otros, puede elegir al Presidente de la República.)
¿Sabes cómo nació el Senado de la República?
Fue también en el Congreso de 1824 donde se decidió que el Poder Legislativo debería estar compuesto por dos Cámaras: una de Diputados (popular), integrada con base en el número de habitantes y otra de Senadores, formada por igual número de representantes de los diferentes integrantes del Pacto Federal ¡Así fue como nació la Cámara de Senadores!
Parecía que todo marcharía mejor, pero no fue así. ¡Ojalá que una ley pudiera cambiar las cosas de la noche a la mañana! El conflicto entre los grupos políticos continuó por 33 años y mantuvo al país en constantes guerras, golpes militares e inestabilidad política.
Durante esos años de guerras, la Cámara de Diputados y la Cámara de Senadores fueron uno de los principales focos de inestabilidad política, pues fueron el escenario en donde discutían las formas de organización política que debía tener el país y los lugares en donde se realizaban los cambios de leyes y de constituciones.
Después de la Constitución de 1824 vino una especie de largo paréntesis donde los conservadores de tendencia centralista lograron revocarla y proponer sus propias leyes.
Primero, idearon lo que se conoció como las "Bases Constitucionales", que suprimieron el término de República Federal y posibilitó el paso las llamadas "7 Leyes" de 1836, que se convirtieron en la nueva Constitución Mexicana. Después, crearon las "Bases de Organización Política de la República Mexicana", que sería la Constitución de 1843, en la cual el federalismo continuó marginado por el centralismo.
A pesar de que la historia no la hace una única persona, sí puede afirmarse que el personaje que marcó la historia de esos años fue Antonio López de Santa Anna, quien fue jefe del Ejército y general rebelde o principal conspirador contra quien tuviera en ese momento la Presidencia, lo que lo llevó a ocupar ¡once veces! la Presidencia de la República.
Según la oportunidad y el rumbo de los vientos políticos, representó tanto a los liberales como a los conservadores, a los centralistas, al cuerpo eclesiástico o a los soldados. Mientras ejerció su poder personal, sucedió la Guerra de Texas, en 1836; la primera invasión francesa, en 1838, llamada popularmente "Guerra de los Pasteles" (debido al episodio que propició la guerra: la demanda de un pastelero francés de Tacubaya que exigió el pago de los pasteles que se le habían perdido durante algunos motines en la Ciudad de México); la invasión norteamericana, de 1846 a 1848, que terminó con la derrota de México y la pérdida de más de la mitad de su territorio, legitimada por los Tratados de Bucareli, y la venta del territorio de La Mesilla a Estados Unidos, en 1853.
A pesar de que en 1847 logró restablecerse la Constitución de 1824, anexando un acta de reformas, los alzamientos militares -al igual que los cambios en la Presidencia- siguieron provocando la inestabilidad del Poder Legislativo. El golpe final al Congreso lo volvió a asestar el general Santa Anna, en 1853, cuando decidió disolverlo para llegar, por última vez, a la Presidencia. Durante su último gobierno, Santa Anna se hizo nombrar "Su Alteza Serenísima".
Los liberales, con Juan Álvarez al frente, lograron derrocar al gobierno dictatorial de Santa Anna y en 1857 crearon una nueva Constitución. La Constitución de 1857 se juró el 5 de febrero en la Ciudad de México, frente a cien constituyentes, entre los que se encontraban los conocidos liberales Ponciano Arriaga, Melchor Ocampo, Santos Degollado, Guillermo Prieto y, como presidente de la sesión, Valentín Gómez Farías.
Las Constitución de 1857 implantó definitivamente el federalismo y puso al Estado por encima de todas las demás fuerzas e instituciones del país. Sin embargo, a pesar de que algunos famosos diputados defendieron la reinstalación de la Cámara de Senadores en el Congreso, no lograron su propósito y el Poder Legislativo quedó depositado solamente en la Cámara de Diputados.
Aun cuando por un tiempo los conservadores retomaron el poder derrotando a Benito Juárez, que se había hecho cargo del gobierno federal, una ley justa puede despertar la admiración del pueblo y convencerlo de que apoye a los que la crearon.
De esta manera, la idea filosófica que impulsó Benito Juárez cuando dio a conocer las Leyes de Reforma, fue la que indujo a muchos a ponerse de su lado. Estas leyes ordenaron la nacionalización de los bienes eclesiásticos y determinaron la separación de la Iglesia y el Estado. Además, gracias a ellas, se instauró el Registro Civil para nacimientos, matrimonios y defunciones, y la secularización de los cementerios y de las fiestas públicas.
De esta manera, Juárez se convirtió en líder de una buena parte de la población y fue nombrado Presidente en las elecciones más limpias y transparentes que se habían vivido hasta entonces. Hay que decir, sin embargo, que un país con una población aproximada de ocho millones de habitantes, ¡solamente podían votar por el Presidente de la República diez mil personas! Esto debido a que era una elección indirecta.
A pesar del triunfo liberal, el conflicto armado con la facción conservadora no terminó. En un ambiente de guerra civil permanente entre los conservadores y los liberales, Juárez tuvo que hacer frente a otro problema: la deuda con los acreedores extranjeros, principalmente Inglaterra, Francia y España. Deuda imposible de pagar, por lo que Juárez decretó la suspensión de pagos, provocando el rompimiento de las relaciones diplomáticas con esos países. Esta situación desencadenó otra guerra, la de la Intervención Francesa y la lucha contra el Imperio.
Algunos conservadores aprovecharon los problemas del gobierno liberal con las potencias extranjeras para despertar el viejo sueño de instaurar una monarquía y apoyaron abiertamente la invasión francesa en 1862. El 10 de junio de 1863, el Ejército francés entró a la Ciudad de México y Juárez tuvo que abandonar la capital para inaugurar otra etapa de su gobierno al deambular por el norte del país. Mientras tanto, una delegación de mexicanos conservadores viajó a Europa para ofrecer la corona del imperio mexicano a Maximiliano de Habsburgo. Por fin, el 10 de abril de 1846, ante los monarquistas mexicanos convencieron a Maximiliano de aceptar la corona.
Como puedes observar, cada capítulo de la historia es interesante.
Maximiliano había sido apoyado por un grupo de mexicanos conservadores; sin embargo, tras ocupar el trono dictó una serie de leyes que concordaban en parte con las Leyes de Reforma. Tanto los conservadores como los liberales quedaron sorprendidos.
El 5 de febrero de 1867 salieron de la Ciudad de México los últimos contingentes del Ejército francés y Maximiliano quedó prácticamente solo, apoyado únicamente por un pequeño grupo de conservadores. Al mismo tiempo, los ejércitos liberales avanzaban triunfantes por el país, encabezados por generales que se hicieron famosos como Mariano Escobedo y Porfirio Díaz.
Finalmente, Maximiliano, Miguel Miramón y Tomás Mejía fueron aprehendidos y fusilados en el Cerro de las Campanas.
El 15 de julio de 1867, con la entrada de Benito Juárez a la Capital, comenzó lo que conocemos como la Restauración de la República.
Interesante, ¿verdad?
De la República a la Dictadura

Con el triunfo sobre el gobierno imperial se presentó la oportunidad de acabar la obra iniciada con la Constitución de 1857. Pero la situación no era menos difícil que en años anteriores: el Gobierno no tenía dinero, había cinco millones de indígenas que no participaban de la economía nacional, la “igualdad formal” de la Constitución se detenía ante las graves diferencias sociales y el país no estaba tan pacificado como parecía; los militares seguían pronunciándose y las poblaciones indígenas oponían a los planes del gobierno federal un arraigado regionalismo.
Durante su último periodo de gobierno, Juárez insistió en la necesidad de restaurar la Cámara de Senadores; sin embargo, fue hasta 1875, con Sebastián Lerdo de Tejada en la Presidencia de la República, aprobada la reforma el año anterior por el Congreso de la Unión y por las legislaturas estatales, cuando el nuevo Poder Legislativo compuesto por dos Cámaras (la popular y la federal) inició sus trabajos después de siete años de discusión sobre el asunto.
Así, de 1876 a 1911, Porfirio Díaz gobernó bajo un Poder Legislativo compuesto por una Cámara de Diputados y una Cámara de Senadores; sin embargo, ejerció el cargo como si el Poder Legislativo le hubiera concedido facultades extraordinarias, es decir, libremente, sin someter a la supervisión de las Cámaras sus actividades de gobierno.
La reelección no fue exclusiva del Presidente, esta se extendió a los diputados y senadores que le eran fieles. No eran pocos los legisladores que representaban estados en donde no habían nacido, no habían vivido ahí y, en ocasiones, ni siquiera conocían físicamente el lugar. De alguna manera, durante el porfiriato, el Congreso fue un órgano que otorgaba legitimidad a cada una de las reelecciones de Porfirio Díaz y, sin pudor alguno, daba trámite a sus iniciativas.
Llegó 1910, Porfirio Díaz seguía en el poder. Durante treinta años había cambiado las leyes a su gusto, beneficiando a los poderosos y dejando de lado las necesidades de la población. Ahora, don Porfirio se reelegía por enésima ocasión y perseguía a los opositores que encontraron en la figura de Francisco I. Madero un nuevo líder.
La Revolución Maderista


Madero lanzó el Plan de San Luis, que desconoció el resultado oficial de las elecciones. Llamó enérgicamente a los ciudadanos a alzarse en armas el 20 de noviembre de 1910. Muy pocos respondieron con exactitud al día fijado por Madero, pero en diversos puntos del país hubo grupos de personas que antes y después de la fecha citada se sublevaron contra la dictadura.
En todo el país hubo levantamientos y Porfirio Díaz tuvo que abandonar la Presidencia e irse derrotado. En unas nuevas elecciones, Francisco I. Madero fue electo Presidente y José María Pino Suárez, Vicepresidente. Pero sus propuestas de gobierno no convencieron a todos los revolucionarios. La guerra continuó, ahora en contra de Madero.
Emiliano Zapata lo atacó por el sur, mientras otros ejércitos lo hacían desde el norte. Además, viejos porfiristas intentaron reponer el antiguo sistema. En medio de aquel barullo surgió un hombre que, aprovechando la situación, arrebató la Presidencia a Madero, asesinándolo para proclamarse él mismo Presidente. Su nombre: Victoriano Huerta.
La conspiración armada contra el gobierno maderista estalló dentro del Ejército el 9 de febrero de 1913, iniciándose lo que se conoce como "La Decena Trágica", diez días de guerra en el corazón de la Ciudad de México que terminaron con el Gobierno y la vida de Francisco I. Madero y de José María Pino Suárez.
Durante su gobierno, Huerta clausuró el Congreso y metió a la cárcel a varios de los legisladores opositores a su gobierno, incluso mandó asesinar al senador Belisario Domínguez por haber circulado un impreso exigiendo el desconocimiento del gobierno militar.
Por cierto, ¿alguna vez has visitado el edificio del Senado, en la calle de Xicoténcatl 9, en el Centro Histórico de la Ciudad de México? Ahí podrás admirar en el Patio Central una imponente estatua de Belisario Domínguez, donde cada 7 de octubre se conmemora el aniversario luctuoso de este prócer de la Patria.
Continuando con Huerta, este asumió facultades extraordinarias en los ramos de Guerra, Hacienda y Gobernación; y manejó mal las elecciones de presidente y vicepresidente prometidas cuando asumió la Presidencia.
Otras Revoluciones

De nuevo, todos los revolucionarios se unieron, ahora en contra de Huerta. Y un año y medio después lograron derrocarlo. Sin embargo, hay que decir que no se trató de una sola guerra, pues los ejércitos que se levantaron por todo el país fueron diferentes entre sí e incluso respondieron a objetivos distintos.
Las diferencias existentes entre Francisco Villa, Emiliano Zapata y Venustiano Carranza, por mencionar solo a los más destacados revolucionarios, se hicieron más agudas cuando fue derrotado Huerta y entonces empezó una larga lucha, ahora entre las mismas facciones revolucionarias. Así, cada grupo se vio en la necesidad de elaborar sus propias leyes que intentaba aplicar en los territorios que ocupaban, respectivamente.
Finalmente, las rebeliones del Centauro del Norte, Francisco Villa y del Caudillo del Sur, Emiliano Zapata, fueron sometidas por el poder militar y político de Venustiano Carranza. Fue entonces cuando los revolucionarios triunfantes comenzaron a colocar los cimientos de un nuevo orden para todo el país.
En 1916, Venustiano Carranza convocó a un Congreso Constituyente. La Asamblea se reunió en el Teatro Iturbide de Querétaro y Carranza entregó un proyecto de Constitución con la intención de que la asamblea discutiera su propuesta de reformas al ordenamiento de 1857. Sin embargo, no todos los carrancistas tenían las mismas ideas para el país, por lo que el Congreso Constituyente se convirtió en el escenario de la discusión política e ideológica de revolucionarios.
El proyecto de Constitución de Carranza se enriqueció con la discusión y la participación de todos los diputados. Así, la Constitución mexicana de 1917 no solo fue una Constitución política, sino que, además, se convirtió en una verdadera Constitución social, pues sus leyes reunieron los ideales de justicia de todas y todos los mexicanos: se favoreció a las y los trabajadores y campesinos y se estableció la educación obligatoria para todas y todos los mexicanos. Los artículos 123, 27 y 3o., respectivamente, colmaron las aspiraciones de esos importantes grupos sociales.
No obstante, la guerra no terminó ahí. Como todas las revoluciones, la Revolución Mexicana fue sumamente cruel, pues devoró a sus más preclaros líderes. En 1919, Zapata murió en Chinameca a manos de Carranza y, en 1920, Carranza fue asesinado en Tlaxcalantongo en medio de la rebelión de Agua Prieta organizada en contra de su gobierno por un grupo de generales sonorenses, entre quienes destacaron Álvaro Obregón, Adolfo de la Huerta y Plutarco Elías Calles.
Esta rebelión fue la última triunfante de la historia del México contemporáneo. Adolfo de la Huerta fue Presidente interino de México de mayo a noviembre de 1920, periodo en el que logró pacificar a los grupos que seguían en armas, especialmente logró llegar a un acuerdo con Francisco Villa para que depusieran las armas. Las elecciones presidenciales se realizaron el 5 de septiembre de ese año y Álvaro Obregón, declarado triunfador, asumió legalmente la Presidencia el 1.º de diciembre de 1920.
Su gobierno duró los cuatro años que prescribía entonces la Constitución. En 1924 entregó el poder a Plutarco Elías Calles, quien gobernó otros cuatro años. Sin embargo, Obregón incurrió en la debilidad de querer ser reelecto, y a pesar de que logró reelegirse, nunca alcanzó a asumir nuevamente la Presidencia, pues fue asesinado en la Bombilla de San Ángel, el 17 de julio de 1928.
Ante la muerte de Obregón, el Presidente en funciones, Plutarco Elías Calles, anunció al país en su último informe de gobierno que era “el fin de la era de los caudillos y el principio de la época de las instituciones”. Comenzaba entonces el camino de la sociedad mexicana hacia el mayor logro de la organización política: la transmisión pacífica e institucional del poder.
El inicio del orden en el país


A pesar de las declaraciones del Presidente Calles, respecto de que se daba por terminada la era de los caudillos y se inauguraba la era de las instituciones, el propio Calles se convirtió en una especie de "hombre tras el trono" y fue reconocido como el "Jefe Máximo" de la Revolución. Los gobiernos que le siguieron se les conoce como los gobiernos del “Maximato" (Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo Rodríguez, quienes gobernaron de 1928 a 1934). Sin embargo, durante estos años la sociedad mexicana construyó los cimientos de sus instituciones fundamentales. La estabilidad política había traído una reactivación de la economía, se había invertido en la infraestructura, se había dado un fuerte impulso a la educación con el proyecto educativo y cultural de José Vasconcelos, se habían fundado bancos e instituciones.
En 1929, fue creado el Partido Nacional Revolucionario (PNR) por Plutarco Elías Calles, el cual incluía a las clases fundamentales de la sociedad y al Ejército. Esta agrupación política logró que las elecciones dejaran de ser motivo de rebeliones. A través del tiempo, este partido se fue transformando e incluso cambió de nombre: primero a Partido de la Revolución Mexicana y después a Partido Revolucionario Institucional, como es actualmente.
Por otra parte, en 1933 se amplió a tres años la duración de los integrantes de la Cámara de Diputados, lo mismo que el periodo del Presidente de la República, el cual aumentó de cuatro a seis años.
El país parecía haber dejado atrás la violencia. Acabado el militarismo, la función del Poder Legislativo volvió a cobrar importancia y las legislaturas posrevolucionarias acogieron iniciativas presidenciales que generaron proyectos de trascendencia económica y social, como la Reforma Agraria y la nacionalización de la industria petrolera durante el gobierno del General Lázaro Cárdenas; las leyes integradoras de la unidad nacional con el Presidente Manuel Ávila Camacho, así como el proceso de reestructuración económica impulsado por el Presidente Miguel Alemán Valdés o la incorporación de las mujeres a la ciudadanía que, a su vez, les permitió desempeñarse como legisladoras, por iniciativa del Presidente Adolfo Ruiz Cortines.
Los llamados gobiernos posrevolucionarios (que habían seguido después de la Revolución Mexicana y encontraban en esta su justificación) lograron mantener la paz por muchos años, además de encaminar el desarrollo económico y social que el país necesitaba. Sin embargo, llegó 1968, cuando un grupo de estudiantes inconformes se atrevió a protestar y el gobierno mandó al Ejército a detenerlos. A partir de entonces creció el descontento de grupos de mexicanas y mexicanos inconformes que veían la necesidad de poner límites al poder hegemónico de la Presidencia.
Con el transcurrir de los años, la vida política de México se benefició a partir de una serie de cambios a sus leyes electorales, mismos que han permitido la presencia de representantes de diversos partidos políticos en las Cámaras de Diputados y de Senadores.
Es un hecho que la vida política de México se ha enriquecido en los últimos años y de a poco se han perfeccionado las instituciones democráticas.